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El Hospicio Móvil Santa Luisa de Prievidza, en Eslovaquia, ofrece cuidados integrales a personas con enfermedades terminales

En Eslovaquia, las voluntarias AIC de Prievidza han creado el “Hospicio Móvil Santa Luisa” para garantizar que las personas con enfermedades terminales reciban los cuidados que necesitan en los últimos momentos de su vida. Los cuidados paliativos se suelen dar cuando el estado de un paciente no permite mejoría con tratamientos exclusivamente médicos. Estos cuidados incluyen no solo atención médica, sino también apoyo psicológico, social y espiritual para los pacientes y sus familiares.

Este hospicio móvil se basa en el concepto del respeto a la vida y de los demás. La persona enferma es un ser único y el hospicio garantiza que esa persona no sufra dolores insoportables, que su dignidad humana se respete en todos los casos y que no se le deje solo en los últimos momentos de su vida. Es un servicio que se presta a la persona como tal. Es importante brindar una atención integral con el fin de satisfacer todas las necesidades del paciente al final de su vida.

En el caso de los hospicios móviles, estos cuidados se prestan a domicilio, para que el paciente pueda permanecer en su entorno habitual, en su casa, con sus seres queridos, y partir en paz sin tener que ir al hospital. El “Hospicio Móvil Santa Luisa” les ayuda a vivir dignamente sus últimos momentos en familia, acompañados de médicos, enfermeras y trabajadores sociales voluntarios. El personal sanitario también ofrece un importante apoyo a la familia en estos momentos difíciles.

El “Hospicio Móvil Santa Luisa” de Prievidza está dirigido por voluntarias AIC y enfermeras vicentinas. Un equipo formado por un médico y una enfermera tratan los síntomas del paciente. Las voluntarias, por su parte, prestan equipos médicos (camas eléctricas, concentradores de oxígeno, aspiradores de mucosidad y andadores). Además de la atención médica, el hospicio también atiende las necesidades espirituales del paciente. Porque a menudo necesita calmar su relación con Dios y consigo mismo, y reconciliarse con sus seres queridos y su entorno. En este caso, las voluntarias trabajan con un sacerdote y una monja.

El asistente social acompaña a la familia y prepara la partida del ser querido. Es por esto que, los familiares afrontan este período con más serenidad y dignidad. Toda la familia está a disposición del enfermo en su lecho de muerte. El hecho de que el paciente pueda permanecer en su casa es un regalo para la familia, que puede dedicarse plenamente a acompañarlo.

Las voluntarias AIC han puesto toda su labor bajo la protección de Santa Luisa de Marillac.

Artículo enviado por: Josephine Edun

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